Luis Francisco Esplá es uno de los toreros de referencia del último cuarto de siglo XX. Desde fines del siglo XIX, con la llegada de Lagartijo y Frascuelo, el torero se había dividido entre los toreros artistas y los toreros valientes. Esplá es una referencia precisamente por no poder encasillarse en ninguno de estos dos grupos, y en los dos a la vez. Esplá ha traído a la tauromaquia lo que algunos aficionados consideran una “visión antigua” o un toreo de otra época. A decir verdad, sus
detalles antiguos -ejemplos de ello sus capotes con colores azules en el envés o su toreo de muleta con la montera puesta que recuerdan al siglo XIX-, su manera de enfrentarse a los toros, sus “gestos” en la plaza independientemente de si es él el que está toreando en ese momento, no son sino expresiones de la esencia de la tauromaquia, algo que no es antiguo o moderno, algo que simplemente es.
La figura de Esplá será por ello incluso más valorada con el tiempo, cuando ya no esté en el albero y se eche en falta un torero que no necesite dar un pase para que el aficionado se sienta identificado con su manera de torear. Además, su decisión de enfrentarse desde los años 80 del pasado siglo a toros poderosos, toros de estampa antigua, le ha granjeado el favor de los aficionados y le ha cerrado ese círculo de lo “antiguo” que quiere atribuírsele.
Esplá es un torero que además ha contribuido fuera de la plaza a que la imagen de los toreros aparezca en su verdadera dimensión. Los grandes toreros siempre han sido seres complejos, profundos y, como es el caso de Esplá, dotados de una agudeza intelectual que hacen que lo que hablen o escriban está a la altura de lo que muestran en la plaza frente a un toro.
Para muestra, este botón: “Y al filo de cada mala tarde se congregan los miles y miles de espectadores que, decepcionados, me abuchearon durante toda una vida. Y hay días en los cuales me parece venir de la noche de los tiempos mientras hago el paseíllo, y no sé. No sé si llevo unos segundos pisando el albero, o treinta y un años...”.
Luis Francisco Esplá también ha sabido atraer hacia la tauromaquia a intelectuales y artistas que han visto en su figura uno de esos tótems que siempre han servido para que la sociedad se vea reflejada en ella. Su amistad con el artista Miquel Barceló, quizá el artista español vivo más reconocido internacionalmente, acercan la tauromaquia a un discurso profundo, artístico, intelectual, para el que es necesario la existencia de toreros como él. Esplá es, además, una rara avis dentro de los toreros: fue estudiante de Bellas Artes, uniendo así su nombre al del cada vez más creciente número de toreros que han pasado por la Universidad, y es una interesado y conocedor del Jazz, una música muy alejada del pasodoble que acompaña sus faenas de muleta cuando se enfrenta bajo el sol a los cuernos de un animal que durante muchos milenios ha sido un dios en el Mediterráneo.